domingo, 26 de diciembre de 2010

SALÓN (el de mi vecina)

Una copa de vino cae peligrosamente cerca de mi camiseta nueva. La segunda que estreno en dos días, me gusta vivir a todo tren. Es la segunda que prepara el amigo de mi vecina que está sentado a mi lado. Menudo figura. Me cae fatal.
El caso es que mi cortejo está siendo eclipsado por este personaje, que se ha manchado la camisa mientras cenaba. La camisa la lleva por dentro del pantalón. Todo el mundo parece encantado con él asi que a seguirle el rollo. ¿Calzonazos? Tal vez, pero House solo es una serie.
La post-cena me aleja de mi compañero de mesa. Gracias. Siempre me ha gustado ese momento de tomar copas en un salón con un montón de gente que no conozco. Somos doce. Hay siete chicas y cinco chicos. Cojonudo. Cuentas básicas que realiza un soltero. En los siguientes diez minutos no sé muy bien qué es lo que sucede, pero paso de estar hablando con mi vecina, que huele muy bien, a estar hablando con un extraño individuo que no huele tan bien. Es el novio de una amiga suya que parece estar obsesionado con una peli. King Kong. La versión nueva. Durante cuarenta minutos me está hablando de una peli en la que sale un mono gigante y Manolete…todo muy raro. El viejo truco del baño. Tardo mis cinco minutazos y cuando vuelvo ha atrapado a dos chicas que parecen hermanas y les cuenta como el gran Manolete pasó de tocar un piano en Polonia a perseguir un mono colosal. No se cansa el tío…
Me sirvo otra copa.
-          ¿Me ayudas con el hielo?
-          …claro…
De camino a la cocina ella va delante. Yo voy mirando cómo se mueve su pelo al caminar. De un lado a otro. Se para. Se gira y me besa. Creo que yo también consigo besarla. Y si, huele muy bien. Empiezo a sospechar que no hay escasez de hielo en la fiesta…
Volvemos al salón, por supuesto sin el hielo. La gente ha comenzado a hablar de karaoke. Una expresión de terror aparece en mi rostro, o así me lo imagino yo. El tío del mono gigante está encantado. No me jodas…seguro que lleva la banda sonora de King Kong para cantarla por ahí. No me gustan los karaokes.
La decisión está tomada. Nos vamos a cantar. Yo empiezo a encontrarme fatal.
Cuando empezamos a desalojar la casa ya estoy malísimo asique me despido más o menos de todos y empiezo a subir la escaleras hacia mi zulo. Abro y me tiro en mi sofá. Me saco una botella de bourbon de la pernera del pantalón, soy un cutre.  Me sirvo la última copa antes de irme a la cama. No voy a un karaoke ni aunque sea barra libre. Mientras me apuro la segunda copa le doy vueltas a mi nueva fuente de ingresos. Hace mucho que no escribo nada y el curro en la editorial me ha vuelto muy crítico, no sé si me gustará algo de lo que escriba y menos para niños. Que mierda. En esas estoy cuando llaman a la puerta. No son horas para desahuciar a nadie, además este mes he pagado.
-          Parece que ya no estás tan mal – dice mi aromática vecina.
-          …no me gustan los karaokes….
Respuesta rápida, ingeniosa y nada balbuceante… Antes de seguir haciendo el ridículo decido besarla. Y todo sale bien. Mientras nos besamos ella cierra la puerta de casa. Y así seguimos hasta mi cama, donde nos dejamos caer sin dejar de besarnos. Como en una peli que no acaba de ser buena.