viernes, 8 de octubre de 2010

OFICINA-HOTEL

Desde mi plaza de aparcamiento hasta el ascensor  hay unos 60 metros. Llenos de líneas y números de color parking.
 Llevo tres días casi sin dormir en un hotel, cada noche en uno diferente, manías mías. Me da vergüenza que piensen que me han echado de casa.
 Entro en el ascensor vacio, que se llena en la planta de la entrada. Todas las miradas se centran en mí. Bueno, más bien en mi camiseta y mis vaqueros viejos. Mi chaqueta tiene un pequeño agujero en el codo. Bajo la cabeza y me encuentro con mis zapatillas y se me escapa una mueca divertida, casi una sonrisa. Que sobas mi madre con que las tire.
Se abre la puerta en el piso de mi oficina y salgo. Tropezón, muy leve pero lo justo para llamar la atención. Me miran. Decisión, coño, decisión. Parece que van a sonreír pero mi atuendo les deja ojipláticos y me siguen con la mirada durante mi camino hacia la oficina de mi jefe. Allá vamos.
-          Buenos días….tengo q hablar con usted….
-          No viene usted vestido de forma adecuada…
Que lumbrera, por eso es jefe. Seguro que cree que vengo a decirle algo del café. Hay que joderse.
-          Ya lo se, ya. Es un momento. Solo es para decirle que me voy. Vamos, que dejo el curro.
Debe de pensar que es coña, porque no dice ni pio. Se queda mirándome como si nunca hubiese entrado alguien en esa sala sin llevar traje. Su universo ha colapsado. Me piro a ver al de administración.
Ni pestañea. Pilla mi carta de dimisión, me da uso papeles, los firmo y hasta luego. Así da gusto.
Voy hacia mi mesa, a ver qué se puede rescatar, pero me lo pienso mejor y me doy la vuelta. Dejo la caja que llevaba en la puerta del ascensor y me subo. Coño! Sale el listillo de hace unos días, el de cómo son las tías.
-          No tienes ni puta idea de cómo son las tías. Adiós capullo.
Vale que la frase no es buenísima, pero se queda con cara de tonto viéndome entrar en el ascensor. Lleva traje, por supuesto.
Llego a mi último hotel. Abro el mini bar y me tiro en la cama. Ginebra, vodka, ron y whisky. Difícil elección. Son las once de la mañana y un gintonic no me entra ni de coña, asique vamos a probar con el whisky. Pongo la tele. Y comienzo a darle vueltas a mi nueva situación. No tengo casa, ni curro ni novia. Y ahí estoy yo tan feliz, en la cama de un hotel con un whisky en la mano. Las once y cuarto de la mañana.
Levanto la cabeza de mi vaso. Hay un video musical de un grupo español. Indie de ese. Me lo trago enterito y cuando acaba me pregunto si el cd vendrá con una pistola para pegarte un tiro.

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