jueves, 23 de septiembre de 2010

DORMITORIO


Llevó un par de horas en la cama dando vueltas. No me duermo. Misterios de la naturaleza humana. Por fin oigo la puerta que se abre y sus tacones entran en casa. Entra en la habitación y detrás llega su olor, disipado ya por el día de oficina. Creo que voy a hacerme el dormido.
-          Algo se ha quemado en la cocina
Me hago el dormido fatal.
-          Ya…cuando dijiste que no venias a cenar decidí calcinar la cena…
-          Ya te dije que tenía lio en la oficina. ¿Que querías?
-          Pues que vinieses a cenar, que hablásemos y que me explicases que quiere decir lo de esta mañana…
Silencio. Absoluto. A mí me parece  un buen mini discurso, pero ella me mira como si hubiese dicho una tontería extrema. Abre un poco la boca pero las palabras se quedan dentro, parecen estar más cómodas. De repente se le escapan. Breves pero contundentes.
-          Ya no te quiero.
Yo estoy de pie, junto a la cama. En calzoncillos. Despeinado y con la boca medio abierta. Un cuadro de tío. Ella está del otro lado de la cama, lejísimos. Con un zapato de la mano. Los labios le tiemblan un poco, pero poco.
La siguiente hora es confusa, como cuando estas borracho y ves las cosas como si fuese una película. Maletas. Ropa arrugada. Unos cuantos libros. Pienso que me gustaría tener vinilos, seguro que queda muy guay irte de casa con tus vinilos, a lo película o videoclip chulo. Qué cosas más raras me pasan por la cabeza, hay que joderse.
Cuando vuelvo a ser más consciente de lo que pasa estoy en la puerta de casa, esperando el ascensor. Suena un adiós muy bajito que no se si lo dice ella o yo.
¿Y ahora? Son las 4 de la mañana y estoy en la calle con casi todas mis pertenencias y cara de tonto. Pienso que ya tengo las maletas hechas para irme a mi nuevo trabajo. Pues mira que bien. Esa es otra movida.
Mientras conduzco despacio hacia un hotel cerca del curro, para no madrugar, voy pensando cómo puedo solucionar esto, pero no se me ocurre nada. Menuda sentencia, que ya no me quiere.
El de recepción me mira con cara rara mientras hago la reserva. Lo conozco de tomar café por las mañanas en un bar cercano.
Cuando por fin me meto en la cama extraña, de un hotel extraño, me siento como un extraño. Con una vida extraña. Los ojos se me cierran y comienza a aparecer una idea de lo que quiero que sea mi nueva vida.
Son las 5 y media de la mañana. En breve me levanto para ir a currar. En mi nueva vida no madrugo…

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