jueves, 9 de septiembre de 2010

TRABAJO


A veces las cosas comienzan a ir mal y se contagian unas a otras y se forma una cadena imparable. Eso es lo que me estaba pasando a mí, o eso parecía. Aunque tampoco sé que es lo falló primero. El trabajo o ella. Supongo que eso no tenía mucha importancia. Lo verdaderamente importante era detener todo esto. Recuperar mi orden natural de las cosas.
-          ¿Qué tal el finde?
-          Pues regulero. He tenido movida en casa
-          Como son las tías…. – dice mientras se va hacia la máquina de café.
Ahí va un gilipollas que conozco desde hace 6 meses que parece tener el secreto de las relaciones. Hay que joderse. Me quedo mirándolo mientras se aleja. Menudo imbécil. ¿Qué coño sabe el de mí? Y lo que es más importante. ¿Cómo son las tías? Que yo también quiero saberlo. Mi vida sería un 90% más fácil. Bueno un 85%. Pero aun así sería un cambio acojonante.
Empiezo a rebuscar entre los proyectos de libros que pueblan mi mesa y acabo cogiendo uno al azar. Japan Love. Lo que faltaba. Lo firma una mujer. Empiezo la lectura. Cuando llevo tres páginas y no sé si es el guion de “Lost in traslation” o una obra original, sale volando hacia la papelera. Evidentemente cae fuera.
11.58. El café es obligatorio, pero el teléfono detiene mi camino hacía mi chaqueta. Dudo pero gana el teléfono. 15 segundos después sé que tenía que haber ganado la chaqueta. Al despacho del director. Parece el cole. Que yo recuerde no le he quitado el bocata a nadie.
Al director parece que la corbata va a ahogarlo, pero no creo que tenga huevos. Es el hombre más serio del país. Me mira y señala la silla. Prácticamente me desmayo en ella.
A las 12.24 salgo del despacho más o menos con la misma cara que entré. Cuando llego a mi mesa me quedo mirando todo el desorden que habita en ella y una pregunta llena mi cabeza. ¿Cómo muevo todo esto 800 kilómetros?
Lo dicho, hoy me estoy coronando.

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